Mapear recursos y crear alianzas en la escuela

Mapear es una técnica participativa, una forma de trabajo colaborativa que permite realizar una lectura dialógica del entorno y llevar a cabo un análisis apreciativo.

La escuela que mapea tiene que aprender a apropiarse de los espacios y adecuarse a su entorno para utilizarlo  de manera didáctica. Debe componer nuevas miradas para identificar qué puede resultar de interés para realizar actividades, tareas o proyectos de relevancia.

Esas miradas tienen que abrir el aula más allá de los muros del centro para realizar propuestas de acción transformadoras y participar en los espacios ya que estamos educando para una ciudadanía comprometida con su entorno. No debe ser el único espacio educativo donde se desarrollen los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Así la escuela debe:

  • Descubrir qué negocios locales de la zona valdría la pena visitar y por qué.  
  • Explorar qué accidentes geográficos hay en la zona que resulten interesantes. ¿Hay algún lago o río? ¿y un bosque?
  • Rastrear otros lugares de interés como las plazas, los parques y jardines, edificios emblemáticos, las estatuas o los callejeros.

El mapeo debe servir para buscar alianzas para que la escuela pueda dar una mejor respuesta a los retos que se le plantean actualmente. Hay que abrir un proceso de investigación para ver qué grupos, colectivos, instituciones o personas que se conozcan están involucrados y comprometidos con los desafíos de la comunidad educativa. Y también sobre quiénes no lo están nunca. 

Este camino hay que realizarlo en compañía, hay que pensar en favorecer la interacción horizontal, en trabajar en equipo fomentando la creatividad. Se debe promover un encuentro de colectivos, de personas anónimas y de instituciones. Mapear es un proceso activo para reflexionar, dialogar, negociar y tomar decisiones sobre aspectos que afectan al centro educativo en su contexto. Se necesita crear aliados para el ecosistema educativo.

Este proceso lo debe liderar el profesorado e implicarse en un proceso de transformación colectiva significativo. No es momento de buscar excusas sino de arriesgarse, dar un paso adelante y buscar soluciones innovadoras. Es la ocasión para generar espacios de participación y educar en comunidad. Está claro que se ha acabado la figura del alumnado “oyente” que asume de manera pasiva las propuestas educativas y la de un profesorado que no implica a su alumnado en su propio aprendizaje. Ambos, el profesorado y su alumnado, forman parte de un ecosistema educativo en continuo movimiento reflejo de la sociedad en la que están inmersos.

La sociedad de la información y la tecnología requiere por parte de los centros educativos respuestas acordes y adecuadas al momento. No es posible traspasar lo que era analógico y convertirlo en digital sin que haya un proceso de transformación y un cambio cultural. No se puede seguir haciendo lo mismo y llenar las aulas de tecnología sin más. Se precisa crear nuevas estrategias que contemplen el espacio virtual como una nueva entidad a la que hay que dar una funcionalidad y dotarla de rutinas aprovechando sus novedosas posibilidades.

Fernando Trujillo comenta en su ponencia online: Enseñar en la era digital: En la era digital es necesario fusionar la presencialidad y la virtualidad, el aula no es el epicentro del aprendizaje y requiere avanzar hacia una educación híbrida de manera que se pueda enseñar y aprender dentro y fuera de la escuela. 

Una declaración de intenciones que incide en la figura del profesorado descubriendo un nuevo rol, o más bien, actualizando su papel como acompañante de un camino que emprende en compañía y filtra para su alumnado los contenidos relevantes. Es el docente curador de contenidos que busca y selecciona en la red contenidos significativos para ser utilizados en el aula, que los comparte con la comunidad educativa a través de medios tecnológicos colaborativos.

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